Me tomo una pausa. Pienso. Recuerdo
Un cigarrillo me parece una buena opción. Pero no quiero ir a buscarlo
Es un arma que me dejó en evidencia muchas veces. Me quedo en silencio. Solamente escucho el ruido del aire acondicionado.
Cierro los ojos, tratando de visualizarte. ¿Donde estarás en éste momento?
Son estos momentos eternos, en los que pienso en que decirte. Hay tantas cosas que nos quedaron por hablar pero no sé por donde empezar. Creo que me haría bien decírtelo de una.
Puede que no hayamos tenido la mejor relación. Cometiste tus errores de los cuales soy consciente. Pero bueno, no te voy a juzgar por tu pasado ni tampoco por el hombre que fuiste. Estoy muy segura de que en algún lugar de tu corazón y de tu alma sabes reconocer tu error.
A pesar de eso, nunca evadiste la responsabilidad más grande de todas: el ser padre. A tu familia nunca le faltó educación, ni comida en la mesa. Y supiste criar a todos tus hijos, sin darles la espalda. Eso es digno de un hombre de verdad, aceptar los errores y afrontarlos con el pecho y de frente.
Se me viene a la mente cuando yo era chiquita. Son recuerdos borrosos que me traen una caricia al alma, aunque no pueda visualizarlos bien. ¿Como olvidar las veces que me salvaste las papas del fuego? ¿O de como me llamabas por mi apodo "getona"?. Nunca entendí que le veías de grande a mi boca cuando pensaste en ese apodo para mi, realmente.
Pasó mucho tiempo hasta que por fin hicimos un click. Creo que no te había dado el lugar que te merecías en mi vida hasta que ese mal invadió tu cuerpo y te dominó. No sé por qué la vida y mi mente formaron esa barrera que me alejó de vos. No estaba lista aunque yo si me sentía así.
Fueron muy pocas las veces que te ví desde aquel momento. Recuerdo la cabeza perlada y las manos arrugadas. El olor a cigarrillo que salía de tu camisa cada vez que te saludaba y podía sentir los huesos de tu cara cada vez que te saludaba con un beso. No te pude reconocer.
Escuchaba como las toxinas querían salir de tu cuerpo y te ahogaban, tus quejas por las mil pastillas que tenías que tomar y tu incomodidad por tener que estar en reposo todo el día.
En realidad, solamente fui un testigo de un relato que mamá me contaba. Como ya dije, ella lo vivió mucho peor que yo. Cada avance y retroceso, yo no estuve ahí para apoyarte.
Aunque yo estaba en la mía, transitando mi décimo cuarto otoño con brisa fría, vos siempre preguntabas por mi. Como estaba, en que andaba, si ya habia conseguido novio para tan gran geta que tenía en mi cara.
Había llegado el día, por fin. La gran mejora había aparecido y todo parecía andar bien. Fue cuando dije "Mañana. Mañana es el día". Pero nunca llegó ese mañana.
Una llamada, solo eso. Fue lo que terminó por nublar mi mente. En una pantomina de falsas esperanzas, nos evacuaron a un lugar donde estuviésemos "Aislados", aunque todos ya sabían lo que había pasado, menos nosotros cuatro. A mitad de la noche, lo supe: te habías ido.
Fue un golpe muy duro ver como la cara de mi mamá se transfiguró al decirnos, al punto de no parar de llorar. No supe como reaccionar. Tenía una mezcla enorme de sentimientos en mi interior. Bronca acumulada, remordimiento, culpa, sobre todo eso. Una gran culpa que no me dejó despedirte, apreciarte como debías realmente. Todo eso sigue en mi como una mochila que no puedo quitarme.
Había recibido varias advertencias, señales que la vida había puesto en mi camino. "Se te va a acabar el tiempo". Mi mamá volvía tarde a casa, cansada. El trabajo, la casa y tu cuidado la dejaban agotado. Mi papá no la entendía, para él tenía que seguir cumpliendo sus deberes básicos como mujer. Nadie que no haya pasado por ésta situación podría entender realmente el cansancio que ella sufría en ese momento. La bronca por no avanzar.
Parte de la culpa es de haber traído más problemas de los que ya había, con mis estupideces de adolescente que no tenían ni un grado de importancia al lado de lo que te estaba pasando. La experiencia más cercana a la muerte te estaba acechando.
Y así había llegado el momento. La tan temida puerta que marcaría un antes y un después. Tantas caras que jamás había visto en mi vida. Caretas que no paraban de aparecer y flores con olor insoportable a condolencias.
Dudé. pero no podía seguir haciéndome la fuerte. Abrí la puerta y automáticamente me puse a llorar. Miles de pensamientos cruzaron mi mente en efecto flash. Y así, volvió la culpa. Tan blanco como nunca te había visto, una última caricia fría en tu rostro y un simple "Perdón" fue todo lo que me animé a decirte. Estaba temblando, nunca había vivido una situación tan horrible como aquella. Una despedida tan llena de remordimiento y culpa. Y es hasta el día de hoy que no te pude despedir como te lo merecías.
Desde donde quiera que estés, seguro estás mucho mejor. Eso espero. Fuiste un hombre que se la bancó hasta el final y estoy muy agradecida de haberte conocido. Nunca le diste la espalda a tus hijos ni a tus nietos y me recibiste en tu casa cada vez que me presentaba con un beso y un abrazo.
Perdoname por no haberte valorado en vida, ojalá que estés en un lugar mejor y hayas dejado de sufrir. Ese era mi único deseo. Quiero que estés bien y sé que algún día te voy a volver a encontrar, en algún lugar, quien sabe donde. Tal vez te cruce algún día y solo una mirada va a bastar para saber que pudiste ser feliz. Sos el ángel que me acompañó todo éste año y de alguna forma mi éxito fue gracias a que me diste tus fuerzas cuando ya no aguantaba la presión y por eso te doy las gracias. Abrirme a ésto fue algo que nunca creí poder hacer, pero lo necesitaba. Te lo debía y te lo voy a deber toda la vida como ése último adiós.
Hasta siempre querido Beto, gracias por darme tus alas y dejarme volar. Perdón por tan poco. Te quiero Abuelo
que desde el cielo tu abrazo es mi abrigo
ángel divino me cuidas del mal.
Se que camino con tu compañía
que con tu voz se me encienden los días
aunque tu puerta hoy este mas allá
ángel divino me cuidas del mal.
Se que camino con tu compañía
que con tu voz se me encienden los días
aunque tu puerta hoy este mas allá
Te puedo escuchar
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