jueves, 19 de noviembre de 2015

Capítulo XXVI: Corazón de Diamante

Colegio Nuestra Señora de Monte Grande
Literatura
5to Ciencias Sociales



TRABAJO PRÁCTICO 

“Corazón de Diamante”


Por:
Georgina Nataly Oviedo

Profesora: Fernanda González Santoro

Ciclo Lectivo 2015


Era una tarde como cualquier otra. Se podía escuchar como el silbido otoñal invadía cada rincón de la casa, la más linda de todo Ciudad Jardín. Tan grande y tan blanca. Perteneciente a una de las familias más poderosas del lugar. En términos sarcásticos, significaba que su riqueza no era material, sino que eran tan queridos por todos que era imposible no identificarlos de esa forma.
Sin embargo, lo más destacable de la casa era ella, Carolina. La preferida, la nieta de Don Àlvarez. Con su tan corta edad, medianamente adolescente, podía provocar que alguien frío aumentara su temperatura. Era tan linda, sincera. Un placer para la vista, una alegría para todos los que la conocían y a los que les faltaba conocerla. Una sonrisa inigualable en todos los sentidos.

Una noche, esa desapareció. Carolina había ido a una fiesta con su prima Martina, no muy lejos de Ciudad Jardín, sólo a unas pocas cuadras. Se hizo de madrugada, nadie vio rastros de sus ojos; ni siquiera Martina. Lo último que se supo de ella fue que estaba hablando con un chico, alto y morocho, apenas un poco mayor que ella, con una extraño tatuaje en el antebrazo. Parecía un buen chico. repito, parecía.
La gente estaba exaltada y, mucho más, la familia Àlvarez - Blanco. Invadían de preguntas a Martina y ella lloraba de la bronca al no poder ayudar. Sentía parte de la culpa de la desaparición de su prima. Todo empeoró con el informe policial. al día siguiente.
Martina abrió la puerta de la casa de los Blanco y recibió al oficial. La familia se encontraba sentada en el living. Algunos estaban petrificados, con los ojos secos de tanto llorar y las ojeras como bolsas de papas al no poder dormir. El oficial había ingresado a la casa, amigo de la familia, no pudo evitar la transfiguración de su cara y salir de su rol serio. Las noticias no eran buenas, realmente no. Aquel muchacho con esas características, coincidían perfectamente con uno de los más buscados grupos del país. Con su tatuaje tan extraño, eran extranjeros dedicados a la trata de blancas. Reciben el nombre de Yakuza.

Este nombre proviene de un juego de cartas. La peor mano es 8 (ya), 9 (ku) y 3 (za). Es una de las mafias más poderosas del mundo y está dividida en tres mil clanes con aproximadamente cien mil miembros radicados en Japón con el cuerpo tatuado como sello distintivo. La Organización de Estados Americanos señala que anualmente dos mil mujeres (Entre ellas, el 32% son adolescentes) son llevadas a ese país, engañadas para ser explotadas sexualmente.

Hubo un silencio de Cementerio en la casa de Los Blanco por más de diez minutos. Estaban anonadados, mucho peor que antes. Fue como la última gota que hizo caer sobre ellos el baldazo más duro de agua congelada, que los hizo pedazos. Carolina podría estar en camino a Japón en esos instantes y ellos no sabían qué hacer. ¿Cómo reaccionar ante esa situación? ¿Qué hacer? ¿Qué opciones hay? y lo más importante ¿Volverían a ver aquella sonrisa angelical alguna vez?. Todas estas preguntas rondaban en la cabeza de la familia.
La investigación siguió con el pasar de los días. Pero no había noticias sobre ella. Cada minuto que pasaba, cada puesta de sol que presentaba la luna de la nueva noche y cada estrella que desaparecía al presentarse la aurora boreal , significaban que Carolina estaba cada vez más lejos.
Nadie sufrió más su falta que el viejo Don Álvarez. Era su chiquita, su pequeña nieta. La luz de sus ojos. Todos los días se dignaba a salir a caminar a la plaza que estaba cerca del centro y la recordaba. Corriendo, saltando, escuchando su risa.. Le encantaba saltar en los charcos cuando llovía. Era de esas personas que no esperaban a que pasase la tormenta, sino que bailaban bajo las gotas de lluvia.
Ya de viejo y con su no muy dulce humor, era la única persona con la que podía ablandarse al instante. Mantenía la esperanza de escucharla alguna vez diciéndole “Te quiero”. El tiempo pasaba y pareciera que cada parte de su corazón se destrozaba lentamente. Se estaba perdiendo y se notaba cada vez más. No podía soportarlo y comenzó a reflejarse en su salud.


Pasaron Cuatro meses. Nada. Ni siquiera una señal. La policía seguía investigando, pero pareciera que siempre retrocedían más y más. En la televisión solamente se escuchaban más y más casos de niñas que desaparecían. Don Álvarez se sentía cada vez más cerca de la otra vida y más lejos de encontrar a su chiquita.

Cinco meses. La familia Àlvarez - Blanco había bajado los brazos, y los policías también. No quedaba otra alternativa. Con un estado crítico de Salud, Don Àlvarez tomó una decisión descabellada: salir a buscarla. Por supuesto que, la familia se lo prohibió por completo. Pero él, ya viejo y cabeza dura, no dejó de seguir su corazonada. Necesitaba encontrar a su nieta, aunque fuera lo último que haga.

Seis meses. Carolina no apareció y Don Blanco tampoco. Había recorrido toda la ciudad, de noche y de día, tratando de encontrarla. Por alguna razón, sus pensamientos no creían que haya llegado a Japón. No perdía las esperanzas. Aunque muchos ya lo hubieses hecho y contribuyendo a que su estado de salud no era el mejor, continuó su búsqueda.


Siete Meses. El tiempo de investigación había expirado, pero pareciese que por fin la lluvia había traído un arco iris. Las buenas habían llegado y por fin las noticias eran alentadoras. En el noticiero informaron que la policía internacional había encontrado los escondites clandestinos del clan yakuza en Argentina. Los dirigentes estaban encerrados por fin, y profesionales se estaban encargando de la asistencia de todas las mujeres prisioneras. Según el informe, todas habían sido despojadas de sus documentos y celulares. Se les había cambiado la identidad y aplicado tratamientos con drogas como la burundanga. Lamentablemente, un porcentaje importante murieron a causa de que su cuerpo no resistió el efecto. Pero, las demás, se encontraban fuera de peligro
En poco tiempo, según declararon, podrían volver a casa a reencontrarse con su familia. El policía amigo de la familia, inmediatamente, comunicó la noticia a la casa de los Álvarez - Blanco. A todos, desde el más grande hasta el más chico, sintieron un aire de alivio y no podían esperar a recibirla. Don Àlvarez, al no encontrarse en el recinto, no pudo enterarse de la noticia. Estaba incomunicado. Nadie sabía nada de él hacía varias semanas. ¿Cuán lejos podría haber llegado con su tan débil y delicado estado de salud?

Ocho meses. Carolina había vuelto a casa. La alegría había renacido en el lugar. Se veía algo flaca y pálida, pero su sonrisa seguía presente y eso era lo que importaba. No estuvo más de cinco minutos en la casa y automáticamente una pregunta la perturbó por completo “¿Dónde está mi abuelo?”.
La familia se quedó callada. No sabía que responder ya que se hacían la misma pregunta. Martina se acercó a Carolina y le pidió que se sentase en el sillón. Intentó explicarle como su abuelo había sufrido su ausencia hasta que decidió salir a buscarla. Carolina se desesperó. Si le sucedía algo iba a ser por su culpa y no podría soportarlo. No la pudieron frenar, había salido corriendo de la casa más rápido de lo que pudieron decir que no hiciera locuras.
Don Àlvarez había agotado su búsqueda y, por fin después de tanto tiempo, había decidido regresar. Sus fuerzas ya estaban ganando la partida y toda la tristeza que sentía , podía reflejar como su desmoronaba de a poco. En su regreso, una corazonada volvió a cruzar su mente. Ésta vez, creo que fue una forma de tratar de recordar una última vez aquellos ojos brillosos como cristales que tanto extrañaba. Casualmente, esos pensamientos lo guiaron a aquella plaza a la cual recurría todas las mañanas a caminar. Sentado en un banco y presenciando el apagado ocaso de aquel otoño tan triste, pasó.
Casi como si estuviese conectados, Carolina se encontraba en esa misma plaza, desesperada. Buscaba y buscaba. Hasta que por fin, despuès de tanto. Sus miradas se volvieron a cruzar. Con la poca energía que le quedaba, Carolina corrió hacia él y su abuelo hizo lo mismo. Todo se perdió en un profundo abrazo, para el cuál no se necesitò ninguna palabra. Todo lo que sentían, todos sus miedos y los profundos latidos de su ritmo cardíaco acelerado se resumieron en ese momento. Lo había logrado, su chiquita había vuelto.
Ambos regresaron a la casa, donde por fin pudo reinar la paz. Ambos, Don Àlvarez y Carolina, estaban agotados, pero sus sonrisas no pudieron borrarse. Antes de que fuera la hora de dormir, su abuelo le contó a su nieta sobre su estado de salud. Le pidió por favor que no se preocupase que iba a estar bien. El no se iba a ir si ella no volvía sana y salva a casa. No lo iba a permitir. Por último, le advirtió que, como buen sobreprotector, en cuanto se pusiera de novia o estuviese con un chico de nuevo, volvería del más allá a molestarlos. Ambos se rieron.
Era la hora de dormir y Carolina se despidió de su abuelo. Lo abrazó y con un beso en la frente le dijo “Te quiero Abuelo. Cuidate”.

Nueve Meses. Se habían cumplido Nueve meses desde lo ocurrido en aquella fiesta. Don Àlvarez fue vencido por el cáncer y falleció pocos días después de aquella despedida. Fue una noticia desalentadora para Carolina, quien sufrió el mismo baldazo de agua fría que su familia había padecido hacía unos meses. Su mundo se había derrumbado. ¿Por qué su abuelo? ¿Por qué?. De nuevo, el malestar invadía a la familia Álvarez - Blanco. No se realizó el velorio, ya que Don Álvarez nunca quiso eso. Era plata mal gastada en , según él, una fiesta para caretas.
Al pasar un par de días, Carolina aún sentía la falta de la presencia de su abuelo. Recordaba cuando se encontraba en aquel galpón en quien sabe donde, con sustancias en el cuerpo que la dominaban quien sabe como, y con mujeres que quien sabe quienes eran. Si, había sido una horrible pesadilla, y por eso sentía que aún no había podido despertarse. Una pesadilla disfrazada de ensueño. Se sentía vacía.
Pasaron un par de días y por fin su familia le comunicó una noticia a Carolina.: Don Àlvarez había estado ahorrando plata para que ella pudiera tener su amado viaje de quince años. Toda fue destinada allí y no quería que nadie la utilizase para nada más que eso,. Carolina se había quebrado en lágrimas. No podía creerlo.

Esos habían sido nueve meses de sufrimientos y malas noticias. Pero la vida es una caja de sorpresas. Una mala jugada de cartas nos pueden llevar a caer en lugares oscuros y cualquier momento de felicidad es como un pequeño diamante en bruto, tan valioso y difícil de cuidar que valen tanto como una mina de oro. La vida es un sin fin de tropiezos y caídas cuesta arriba, pero la vista en la cima es algo extraordinario. El cielo ahora tenía un nuevo ángel, Don Álvarez, y Carolina tenía un diamante que la acompañaría el resto de su vida entera.



Esta historia está basada en hechos ocurridos a partir de la trata de personas. Los personajes, en cambio, son ficticios. Los nombres pueden hacer referencia solo para seguir la historia. No pasó en la vida real, ya que el objetivo era plasmar la explotación laboral en un cuento realista

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