jueves, 8 de enero de 2015

Capítulo XI: En el país de Nunca Jamás

"El país de Nunca Jamás" (del término inglés Neverland) es una isla ficticia descrita en la novela fantástica de J. M. Barrie, "Peter Pan".

Según el clásico cuento, Peter Pan era un niño joven que habitaba en el país de Nunca Jamas, donde todo era alegría y felicidad. Lo particular de éste lugar es que, como bien dice su nombre, si estás allí Nunca Jamas crecerás. Una isla poblada tanto por piratas como por indios, hadas, y sirenas, y en donde vive numerosas aventuras fantásticas junto a sus amigos los Niños Perdidos. Todo lo que tenías que hacer para ser feliz era creer. Esa era la magia más poderosa allí. .


Es increíble como últimamente, estoy constantemente relacionando mi vida con la trama de los cuentos. Creo que es una forma agradable de usar plasmar mis sentimientos de una manera que no suene tan brusca al contarla. Pero, sin embargo, hay cosas que no pueden ser contadas como en los cuentos de hadas, ya que no tienen un final feliz. 

Estuve mucho tiempo tratando de buscar una manera de intentar seguir un rumbo distinto, contando el otro lado de mi historia, retomando temas que ya había mencionado en los capítulos anteriores. Aún así, siempre vuelven a aparecer personajes olvidados de tu álbum de figuritas en tu vida. Casualmente, ella nunca desapareció
Interpreto al país de Nunca Jamás como un lugar donde todo permanece intacto, nada cambia y la felicidad existe con solo tener fe y creer. Por supuesto, no todo es color de rosa. Existen fuerzas oscuras que buscan irrumpir en ese mundo y de cualquier forma terminar con toda esa felicidad. En el cuento, lo apodaban Garfio, aquel pirata comandante del famoso Jolly Roger. Dicen que  podías verte reflejado en sus ojos azules cuando te arrancaba el corazón con ese garfio que tenía en lugar de mano derecha. 
Volviendo a la realidad de mi mundo, mi país de Nunca Jamás alberga mis más profundos recuerdos, sueños, alegrías, nombres, personas, caras y objetos. Por supuesto, como debe ser, todo sobrevive a la obsolescencia del tiempo. Todo está intacto, tal y como permaneció en su momento. Como en el cuento, existe un mal en mi mundo, un capitán Garfio plasmado como un recuerdo que atormenta mi mente y produce tempestades en los mares de mi mundo. Cuando era pequeña, solía tener pesadillas. Nunca se las conté a nadie, hasta ahora. Cuando cumplí 15, volvieron a aparecer, pero se intensificaban con el pasar de los días. Eran periódicas y aparecían cuando menos lo esperaba. Me despertaba toda transpirada, con la cara colorada y tenía miedo de volver a dormirme. Según la psicología:
"Las pesadillas no son algo aleatorio, sino que suelen reflejar un conflicto que existe en nuestra vida y al que no podemos hacer frente o no podemos resolver, y el cerebro las utiliza para solucionar dichos problemas."

En ese momento, mis pesadillas describían un lugar desconocido. Es hasta el día de hoy que no puedo reconocer de dónde se trata. Estaba oscuro, o al menos eso parecía. Creía que podía moverme pero al mismo tiempo permanecía en el mismo lugar. Sentía que alguien gritaba, desespera. Era una mujer. Al caminar, me tambaleaba, no podía sentir mis pies ni mantener mis piernas en equilibrio. De la nada, caí por un agujero. Lo que antes era negro, se había tornado blanco. Seguía escuchando ese grito. A mis espaldas, apareció una especie de cofre que se abrió ante mí. El grito se intensificó. Había alguien dentro. No era cualquier persona, me estaba viendo a mi misma. Estaba cubierta de sangre, como si hubiera recibido golpes por todos lados y mis brazos estaban cortados, llenos de tajadas a navaja abierta. Me asusté y grité, pero solamente se sintió un sonido que se desvaneció en la nada. Aquella especie de clon, en un abrir y cerrar de ojos, se presentó frente a mi. De pronto, mi vista comenzó a reaccionar como la televisión por cable cuando hay problemas con la antena. Cada vez se acercaba más y más. Los gritos se convirtieron en palabras que aquella boca repetía: "Moriremos Juntas". Tomó mi mano. No quería soltarme y no podía escapar de ella. Me arrastraba hacia una habitación distinta. De la nada, sus ojos se tornaron azules, tan claros como si ya no tuviese pupilas. Me encontraba, en un lugar diferente. Todo era un espejo, me veía a mi misma. Odiaba lo que veía. Su voz se había metido en mi cabeza "No sos nadie ni nunca vas a hacerlo. Vení conmigo. Debemos morir juntas". Las lágrimas caían de mi cara en forma de sangre, empecé a marearme y a golpearme contra los espejos. Todo empezó a derrumbarse. Mis brazos se cortaron con los vidrios y empecé a sangrar. Me estaba ahogando en un mar de sangre y vidrios rotos. Visualicé aquellos ojos azules otra vez. Desperté   

Hasta el día de hoy no pasa un día en el que no trate de deducir que significaba esa pesadilla. Una vez había escrito algo sobre una parte de mi, relacionándola con un personaje de un libro de L.J Smith. Una parte de mí estaba atrapada en mi cabeza, un mal recuerdo que convertía mis sueños en pesadillas: mi antigua yo. Aquella chica insegura, que no esperaba nada de nadie y daba todo de ella. Que se odiaba a si misma y dejaba que los demás la humillasen. Era tan tímida que hasta parecía que muchas veces era invisible. Se sentía un cero a la izquierda y no se atrevía a luchar por lo que quería. Que fumaba escuchando música por el simple hecho de que se sentía vacía y se perdía en un humo patronus. Que se cortaba con vidrios rotos para ver su sangre y poder sentir el dolor de ellos. Eso la hacía sentirse viva aún, aunque pareciera invisible. Que pasaba hambre y horas encerrada en el baño, llorando en sus lágrimas mientras vomitaba cada porción de dolor de su cuerpo solamente para tratar de ser más flaca. Fue aquella chica que intentó quitarse la vida 6 veces y ninguna dio resultado, ya que el miedo a morir le causaba una parálisis de todo el cuerpo y lo único que hacía era recostarse y ahogarse en un mar de lágrimas. La séptima vez fue diferente. Quería tratar de hacerlo sin que se diese cuenta, ingiriendo una sustancia que la haría quedarse dormida y no sentiría dolor. Otra vez, no funcionó. 


Buscó otra salida y se refugió en la música. Empezó a cambiar su vida, a salir más, a relacionarse y a dejar todos sus problemas atrás. Encontró razones para volver a creer. De alguna forma, se desprendió de los ojos azules de la muerte y eligió verse al espejo y decir "Ésta soy yo y quiero seguir". 


Mi misión en ésta vida es encontrar quien soy realmente. Para lograrlo, primero debo atreverme a contar toda mi historia. Mi mente es como un portal que es capaz de tele transportarme a varios mundos imaginarios de cuentos de hadas pero, en mi realidad, cada uno se relaciona con un aspecto de mi vida. Ya sea bueno o malo, todos mis recuerdos terminan allí. En mi propio país de Nunca Jamás, se encuentran todos los recuerdos que viví cuando era una niña (Aunque creo que no superé esa etapa todavía ya teniendo 16 años), mis temores más profundos e indescriptibles, mis sueños y, creo que lo más importante: mi fénix. Haciendo referencia a ésto último, es algo que ha logrado pasar por las barreras de aquella tierra mágica que creó mi mente y se ha personificado en la vida real. Como los niños perdidos, los recuerdos nunca van más allá de la tierra de Nunca Jamás. Pero, en cuando a ella, aún sigue presente. Siempre. Es como el polvo de hadas que me da el poder de volar y gracias a eso puedo creer en algo a lo que muchas veces no le tengo confianza: en mi. Desde Nunca Jamás a mi realidad solamente he deducido que, los recuerdos buenos se convierten en niños perdidos y, las malas experiencias, en poderosos piratas que tratarán de matarte si se les da la oportunidad. Solamente hace falta una pizca de fe, confianza y polvo de hadas para lograr poder enfrentarla. Yo no entendía eso hasta el día de hoy. En la vida real, no existe el polvo de hadas, pero siempre está ese sustituto para completar aquella receta mágica. Cada uno posee su propio polvo de hadas, pero no siempre es bueno abusar de él. La confianza te lo otorga y la falta de sinceridad puede quitártelo para siempre. Ese es el precio.
Yo no respeté eso y mi polvo de hadas desapareció de mi por mucho tiempo. Cuando logré aprender a confiar, no solo en el, sino también en mi, logré volver a volar.  

"Nunca digas adiós. Porque, decir adiós, significa irse lejos e irse lejos, significa olvidar" 

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