martes, 7 de mayo de 2019

Rezagos

5 de Mayo de 2019 según mi calendario. Es el momento que nunca pensé que iba a llegar.
No sé qué siento en éste momento, pero tengo una sonrisa enorme en mi cara. Salgo de casa a las 10:30 con la excusa de que tengo que cursar, cuando ya sabía que la profesora iba a faltar.
En el tren voy pensando que estarás haciendo, que es lo que te espera, cómo habrás tomado cada actividad. Tengo miedo de que lo que sientas sea tan fuerte que no puedas resistirlo. Me pongo en tu piel, yo ya estuve ahí y no la pasé nada bien, pero al final todo tuvo sentido.
Miro el reloj, son las 12. Me bajé en Lomas a la espera de reunirme con alguien. En ese momento tenía la cabeza en otro espacio. Fui a almorzar, esperando el mensaje que me confirmara lo que ya esperaba. Intentaba poner la mente en el aquí y ahora, y en la reunión con la persona que estaba teniendo. Pasamos un buen rato. Veo el reloj, 15:30 dejamos el restaurante y llega el mensaje “Si, llegas. Tranquila. Ya está todo”. La sonrisa seguía, pero el nerviosismo había aumentado. Era una mezcla de impaciencia con mucha mucha emoción. Era la primera vez que me había surgido la vieja sensación de querer prender un pucho para pasar el rato pero, fiel a mis nuevos principios, paré la cabeza y me calmé. No quise mandarte ningún mensaje, no quería invadir tu espacio, ni tampoco que sospeches lo que iba a pasar.
“Ay, amiga, si supieras todo lo que vas a vivir en sólo unos momentos”, pensaba yo. Mi cita se había terminado, y fui a esperar a la esquina con el equipo. Al primero que veo es a Nico, quien me saluda con un abrazo y me pregunta si estaba lista. El me mira, y yo aflojando tensiones y con lagrimitas en los ojos le digo “Creo que si”. Justo había llegado Sasha, quien fue mi gran contención, “Tranquila” dijo “Todo va a ser perfecto. Disfrútalo con ella”. En la puerta, me encuentro con Alex, quien me abraza y me dijo las últimas palabras justas “Ahora vas a poder verla volar”.
Subiendo las escaleras, me preparaba para lo que iba a volver a vivir, el momento que las marcó mi transformación, pero lo único que pensaba era cómo había llegado. Primer piso, me maquinaba  en que había existido la mínima posibilidad de que esto no se hubiera dado, y yo no me había enterado hasta hacia unos meses cuando todo ya había pasado. Siento que me recorre un escalofrío por toda la columna. Me digo a mi misma “Disfruta, ella está ahí”. Segundo piso, se me acelera la respiración, clara prueba de la falta de mi estado físico. Recuerdo cómo se dió el contexto en el que llegamos hasta acá, y tus palabras “Ya no tengo nada que perder”. Imaginaba la cara que ibas a poner cuando me vieras, ya que antes no pude estar presente de manera física. Tercer piso, no recordaba que era tan largo el camino a la puerta blanca, me cruzo a Andre que me había alcanzado. “Chiqui, yo estoy con vos. Tranqui”. Me agarró la mano y llegamos al cuarto piso. “El momento es ahora”.
Había mucha gente en la sala B, que seguro estaba experimentando sensaciones parecidas a las mías. Alex da el protocolo para llevar a cabo la actividad, y algunas indicaciones extra. Activan el audio, se escucha la voz del coach hablándole al primer grupo. Empezó la música y la puerta C se abrió.
Entramos todos, y yo no pude evitar buscarte. Mutando de lugar en lugar, te encontré luego de dar la vuelta a la sala. Me viste, te Vi con tu carita en la oscuridad. La canción que se escuchaba, que tanto marcó en mi, me despertó la necesidad de cantarla para vos. “Hoy vas a ser la mujer que te de las ganas de ser, hoy te vas a querer como nadie te ha sabido querer”. Veía como se te caían las lágrimas, podía imaginar lo que estabas sintiendo en ese momento. El protocolo nos obligó a salir de la sala por unos minutos, hasta que se dió la orden de ingresar nuevamente.
Entré prácticamente última, toda temblorosa. Te Vi, te abracé, nos tomamos de las manos y ya me sentí tranquila. “Ella está acá”.
Pasaron los grupos subsiguientes, hasta que llegó tu turno. Me explotaba el pecho de orgullo cuando hablabas por el micrófono “Soy una mujer fuerte, independiente, con coraje y que valora la vida”.
Había llegado la hora, ibas a volar, pero no sin primero dar tus últimos pasos sobre tierra. Y te Vi, llena de energía, llena de alegría, con una sonrisa tan grande que es imposible ponerla en palabras. Te Vi como la mujer que realmente eras, con ganas de disfrutar de la vida.
La música había terminado, y era la hora de abrir tus alas. Me sentí sola en ese momento, pero a su vez tuve la contención de mi prima y de varios compañeros de equipo. Estabas lista, era tu momento. Te dejaron caer, y yo empecé a llorar. La emoción se mezcló con un claro sentimiento de melancolía, de nostalgia, de empatía. Estar presenciando ese momento fue volver a vivir la Montaña rusa que me generó el tener que volar. Alex agarró mi mano, y me guío hasta tu cara. “Hacele muchos mimos. Que sienta que estás con ella”. A pesar de la oscuridad, te veía, porque ahora brillabas hasta en la más pesada y negra oscuridad. La música seguía sonando, y llegó el momento. “Volá alto, amiga. Volá". Me había terminado de quebrar por completo.
Quiero poner en palabras todo lo que me pasó por la mente en el transcurso que duró la canción. Primero, pensaba en el miedo que tenías el primer día, entrando a un mundo desconocido y raro el cual te hice conocer. Llena de preguntas, pero siguiendo por el mero sentimiento de curiosidad. Después me acordé el momento en que abriste los ojos y viste la luz, todavía contarlo me pone la piel de gallina. Y a lo último, se me hizo un flashback de todo lo que vivimos, juntas y separadas. El presenciar ese momento de tu transformación es algo que no me voy a olvidar nunca más en la vida. Te vi por lo que sos, una persona que tiene tanto por vivir, por lo que seguir, con todas las cualidades que te hacen un ser único y maravilloso, lleno de energía, de paz, de amor y valentía. Así te vi, disfrutando, entre tantas miradas, en ese momento mi atención estaba puesta en vos. Bajaste del vuelo y te recibieron con mucho amor y respeto. Abracé a mis compañeros, sentía que el corazón me latía muy fuerte. Sasha me miró y me dijo “Mirala, boluda, brilla. Abrazala fuerte”. Fui al encuentro de tu abrazo, y entre lágrimas y mocos atesoro ese momento como único. Incluso escribiendo ésto, medio que me sale llorar de nuevo.
Me tuve que ir corriendo, no pude quedarme al final.
Llegué a mi casa, me metí en la ducha y ahí estuve hasta las 11. Lloré, acongojada, como forma de liberación. Ese momento trajo a mi conciencia muchos rezagos, muchos sentimientos que creí ya haber procesado. Sentí que me había pisado un tren en hora pico, sentía que mis piernas me temblaban y mi mente se desvanecía. Así estuve por 20 minutos. En el Crear se me terminó de caer el último pedazo de máscara, y fue duro ver lo que quería evitar por mantener una fachada de superación. Venía de una semana dura estando en mi caja de nuevo, y descubrí que es el único lugar al que no quiero volver jamás.
Parte de ese suceso se basó en la sobre demostración de amor, el exceso de cariño desmedido, en querer ser dadora al 100% de nuevo por temor al rechazo, a que me dejaran de querer. Así me sentí desde que empezaste el Descubrir, no por algo personal en tu persona, sino por el hecho de que no quería fallarte. Pero después del sábado entendí, que no me necesitas. Estás encarando el tramo más hermoso y jodido de tu entrenamiento, en el cual vas a tener que llevar todas las herramientas que adquiriste a tu vida, durante 7 semanas, y es un proceso que tenés que afrontar con tu equipo, y con vos misma. Yo voy a estar para acompañarte en todo lo que necesites, pero tengo que dejarte volar. Me cuesta, amiga, te juro que me cuesta, porque es algo que vengo pensando desde que me contaste la historia de tu verano la última vez que nos vimos: la idea de que hoy no pudieras estar leyendo ésto me llenó la cabeza de preguntas. Y no, la responsabilidad de que ésto me pase no es tuya. Me di cuenta que siento por vos un cariño y un amor tan fuerte y sincero que la sola ocurrencia de que te pierdas a vos misma de nuevo, me aterra. Porque mejor que nadie entiendo lo que es tocar fondo hasta ese punto, y sin la lucidez de ese último segundo, quizás ninguna de las dos podría estar viviendo todo ésto.  
No sabía como contar todo ésto, así que simplemente hice lo que me salió.
Quiero verte alcanzar el cielo con todo lo que te propongas, quiero que logres todo lo que a tu mente se le ocurra. Y más que nada, quiero que nunca olvides que, en algún punto de ese camino, nos vamos a encontrar siempre para volar juntas. Te amo, y te lo digo en serio.

A volar, amiga.