lunes, 17 de diciembre de 2018

Tormenta Perfecta

Son las 2:25 a.m. se acaba de largar una tormenta fuerte. Pero parece ser un chubasco que va a cesar pronto. 
Te pienso de nuevo. Caigo en la cuenta que hace una semana estaba viéndote a los ojos, tomando lo que me quedaba de la cuarta birra. Si, lograste que me tomase cuatro pintas de algo que yo odio. Para ésta hora ya había empezado la locura, de la que no me voy a poder olvidar jamás. Estábamos besándonos frente a las puertas del cementerio, en una plaza donde de no pasar Absolutamente nada, sentía que había comenzado una revolución. 
Te pienso y me quiero convencer a mi misma de que ya pasó, y que te tengo que dejar de idealizar. Intentamos hablar a la mañana siguiente y no funcionó. Yo tampoco te quiero invadir.
Fuiste muy clara desde el primer segundo: no busco compromisos, soy una mujer libre.
Sabes que? Yo también lo soy. Pero es inevitable no pensar en vos, en tus ojos, en tus besos, en tus caricias, en todo lo que me decías, en lo bien que me hiciste sentir. Una catarata de emociones combinadas que formaron la tormenta perfecta que creía muerta hace muchos meses. Esa sensación que me lleva a querer animarme a todo, a cosas que nunca imaginé tener el valor de hacer.
Te pienso, veo una foto para acordarme de tu cara. ¿Cómo puede ser que una persona tan íntegramente perfecta, minuciosamente bella, se haya interesado en mi?. Quien sabe que te habrá llamado la atención de mi.
En el cielo escucho los truenos y pienso que al despedirte, había empezado a llover. Quiero intentar recordar la sensación y la energía que me transmitía el contacto con tu cuerpo. Mi piel se eriza. Fue tan sabroso como peligroso, un vicio difícil de controlar.
Te pienso, quiero saber de vos. Veo tus historias en Instagram. No, no lo hagas. No le hables. La vas a espantar como a todxs. Me armo la idea vaga de que soy muy diferente como para encajar en tu mundo, y soy la mayor cagona a la hora de enfrentarme a lo desconocido. Me mostraste una parte de vos qué me hizo sentir a pleno gusto, y salir de mi zona de confort es lo que suele agobiarme. 
Animarme esa noche fue la mejor decisión que tome en meses. ¿Y sabes por qué? Porque no me detuve a pensarlo ni un segundo. Simplemente me llevé por mis impulsos y lo hice. 
Y menos mal. 
Te pienso y recuerdo todas las veces que te dije lo hermosa que eras, porque no podía dejar de mirarte. Hasta en un punto me sentía una tonta mirándote dormir. Tenía tu cuerpo abrazado al mío, acostada en tu cama que estando el aire a 22° sentía que me moría de calor. Pero no me importaba. Yo solamente te miraba a vos y a los movimientos involuntarios que te provocaba lo que estabas soñando.
Te pienso y no te quiero pensar más. Porque entre más te pienso, más te idealizo. Entre más lo hago, más deformo y modifico el recuerdo que tengo de vos. Es la manera que tiene mi cerebro de crear el final ideal para una historia que no terminó cómo yo quería. Pero tengo que aceptar que no puedo planear lo que va a pasar de acá a que te vuelva a ver. Quien sabe si en algún momento vuelva a hacerlo.
Te pienso y hasta te detesto. Te odio, mira lo que hiciste conmigo. Salí de mi cabeza, Victoria. Salí. Déjame tranquila. 
No, mentira. No te vayas. No te quiero olvidar, pero quiero seguir con mi vida sin esperar que vos estés en ella.
Te pienso y hasta sonrio con ganas de llorar. La típica antagonia de que para ver un arcoiris se necesita algo de lluvia combinada con el sol. Sos un recuerdo hermoso de un momento que me va a quedar grabado como el tatuaje de la luna marina que tengo en la espalda, el que tanta curiosidad te dió. 
La lluvia se tranquilizó, pero no terminó.
Te pienso.¿Que voy a hacer con vos?. Tengo ganas de hablarte en una canción. Intento pero nada me gusta. Nada me cierra. Se me hace muy difícil no caer en lo que ya dije, en poner en palabras esta locura que siento. Desconfiguraste para bien mi propio Wonderland, tanto que me olvidé cómo escribir una canción con la que me quede a gusto. Algo se me ocurre pero no tiene forma. Supongo que en algún momento de la nada y sin razón, se me ocurrirá la palabra que cambie todo.
Escucho la canción a la que adjudiqué tu nombre, "Paperweight", con el deseo de algún día cantarla al volverte a ver. 
Te pienso, Victoria, todos los días. Ojalá no me olvides.
Uno, dos, tres truenos. Cuatro, cinco y boom. Se escucha la lluvia fuerte en el techo de mi habitación. ¿Y sabes que? Te sigo pensando.